Tony ha sido comparado con Beny Moré, el Bárbaro del ritmo, con quien compartiera orquesta, escenarios y grabaciones (como en los boleros Esta noche, corazón y Sin razón ni justicia, donde Camargo carga con la voz primera o principal); a diferencia de Moré, que ha sido grandemente homenajeado, el mexicano ha sido relegado a la indiferencia, que es una de las caras del olvido. Además, Tony se ha tuteado con otro señero de la música tropimexicana: El Carefoca Pérez Prado (urdidor de fábulas, tales como Norma, la de Guadalajara y Cerezo rosa); mientras éste ha sido considerado el padre del mambo (hecho indiscutible) y su fama post mortem continúa, a Camargo en su patria mexicana se le escatima reconocimiento. En ciertas fechas, el recuerdo del público, del pueblo, restituye a Tony al sitio alto en que debiera permanecer, y el porro El año viejo (con la orquesta de Chucho Rodríguez) arrecha los corazones y los cuerpos de viejos y jóvenes, como ocurre casi siempre durante las fiestas de fin de año: El coro de saxos y trompetas introducen al cuerpo en un ámbito musical cuyo ritmo es conocido a plenitud, donde se mueve satisfecho, al compás del bajo y la batería, en espera del grito que convoca a bailar con ganas, antes del estallido unísono de la orquesta y de la voz ladina que afirma: “Yo no olvido al año viejo/ porque me ha dejao cosa´ muy buena´”, y el femenino coro respondiendo: “Me dejó una chiva,/ una burra negra,/ una yegua blanca/ y una buena suegra”, y luego la voz de Tony, comentando: “Me dejó una chiva,/ una burra muy negrita,/ una yegua muy blanquita/ y una buena suegra.// Ay! Me dejó cosa´ buena´,/ cosa´ muy bonita´”, e incita a la mulata a moverse, como se supone que deben moverse las afronegras mulatas mexicanas. ¡Y a mover el enduto o fundillo todo mundo!
“Año nuevo” decimos, ante el año que inicia; “año viejo”, en contraposición. Ciclo que inicia luego de terminado el otro. Eterno hábito humano de regirnos por los ciclos naturales: todo movimiento tiene signos que permiten delimitarlos; en este caso, los números 31 y 1. Tiempo de balance para fundar los propósitos: lo que se hizo y lo que quedó por hacer serán continuados con lo que se propone hacer y lo que se hará. Olvidar para recomenzar; olvidar el dolor, ahuyentar lo negativo que nos ocurrió; protegerse. Recordar lo agradable, lo positivo, para enriquecernos. El balance que hace Tony Camargo es espléndido: una chiva, una burra y una yegua; amén de la suegra. La mención de ésta indica que Tonyno ha encontrado mujer, dote y, de refilón, una buena suegra. Inicia en su vida un ciclo, el de la vida conyugal, el de la madurez, el de la procreación... Si no fuese porque al cantar parece disfrutarlo, uno podría aceptar a pie juntillas su versión: el brillo de la malicia que se asoma en la voz lúdica, del ironista que se burla de su estado, lo delata. La dote contiene puras hembras; al adjuntarse la suegra a la lista, adquiere la misma condición, no de hembra sino de animal; en ciertos momentos, Tonyto se refiere con ternura a las hembras no humanas y aunque a la suegra le aplique el epíteto de “buena”, no es seguro que sea tierno con ella, sobre todo porque ha referido que el año viejo le dejó “cosas muy buenas”: entonces, la suegra adquiere la condición de “cosa” o “res”. Por algo la hija no aparece; la alusión a ella es lo suficientemente sutil como para que pase desapercibida; es el sujeto central, cuya ausencia permite dar sentido figurado al sentido recto de la letra cantada, además de lo recién dicho. Y esta metáfora anda en boca de muchos; en este caso, la metáfora está al servicio de la ironía.
Para Borges, las metáforas son pocas y ya han sido escritas; “las estrellas y los ojos, la mujer y la flor, el tiempo y el agua, la vejez y el atardecer, el sueño y la muerte”, son algunas que enuncia. Si no hay emoción que las justifique, serán juzgadas laboriosas e inútiles, agrega, aunque deparen un asombro agradable. Lezama Lima prefiere suponer que la metáfora es el fundamento de la realidad; en ese sentido, mediante la metáfora aspira a hacer visible lo invisible de la Imagen, entendida como el poder creativo que surge de la ausencia de un orden natural. El lenguaje lezamiano no pretende reproducir el mundo sino crear un mundo; en ese sentido, la metáfora es un medio humano que sirve para aprehender lo que no tiene límites, nombrar los intersticios de la realidad donde la razón no penetra. Ambas concepciones se contrarían: para Lezama Lima todas las metáforas son posibles y necesarias, pues cada vez que nace una, el mundo se enriquece; Borges, desencantado de los excesos del modernismo, se somete a las metáforas clásicas, a su efectividad comunicativa. Lezama Lima se asume y es oscuro y difícil; Borges aspira a la claridad y la mesura metafórica. Intuición y racionalidad: sometimiento de la emoción poética, Borges en cada poema, Lezama Lima en su cosmos poético. Ambos son maestros del tropo, diestros urdidores de metáforas.
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