martes, 26 de enero de 2010

MIRA LA LUNA EL POETA, Y MIRA QUE LA LUNA LO MIRA

(Silva)

la vigilante luna

domina colina y corriente y ola y duna

y ha visto marchitarse a muchas bellas:

pasan y pasan, sin que le importe adónde

William Faulkner

Alzar la vista y encontrar la luna,

y ser la luna un agujero blanco

en medio de los cielos

que asombra la mirada con su luz

brillante y que sus sombras disimula,

pero no sombras son sino son mares,

cráteres, lagos, montes que aparecen

poco a poco si la mirada insiste

y permanece fija

horadando la luz y distinguiendo,


porque la luz enciega

en tanto el ojo no asimile la energía

y la decodifique y codifique

para habituarse a ella

y limitar lo oscuro de lo blanco

y acomodar el mapa de la luna:

es el Cráter Copernicus botón

de granos diminutos –macho y hembra–;

es el Mar de las Lluvias alto pétalo;

Océano de las Tormentas, ala,

y su ala opuesta el Mar de los Vapores;

Mar de las Nubes, Mar de la Humedad,

los pétalos más bajos.


Es una rosa oscura

como la sangre oscura

la faze de la luna que miramos,

es del amor el rostro que no teme

dejar de ser auténtico y devoto

de sí mismo, para otro convertirse,

el que la amada acepte,

el que cumpla los sueños que le impone

aunque su sueño en blanco día abandone.


Mas la mirada del amante no penetra

la brillante armadura de la amada:

el juego de la luz en sombra ignora,

los rasgos de sus fases

son el liso metal de sus espejos

y en ellos ha de verla, inalterable,

igual a esa entelequia construida

adentro de sí mismo

que refleja la imagen proyectada,

la imagen cándida del tierno amante

hecha a imagen y opuesta semejanza,

como hace el poeta en el poema

que escribe cuando observa

la luna, y finge que la luna mira.

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Cuajinicuilapa, Guerrero, Mexico
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