domingo, 28 de febrero de 2010

PEDRO VALTIERRA: MUJERES EMPUJANDO A SOLDADOS


Cada foto debe tener fuerza, conjuntar tanto calidad estética como informativa

P. V.

El 4 de enero de 1998 La Jornada publicó en primera plana la fotografía Mujeres empujando a soldados. “Ellas, pequeñas, diminutas, armadas con esos brazos, con esas manos, los detuvieron en X'oyep”, decía el pie de foto. La cabeza de la nota rezaba: “Rechazo indígena a incursiones militares”. La imagen ocupaba más de dos tercios de la plana. El autor de la fotografía original es Pedro Valtierra.

Es una toma vertical. El corte es violento: cercena cabezas, brazos, piernas, caderas y cuerpos. La iluminación es natural, con una luz difuminada. En primer plano se observa un soldado con casco y arma larga colgándole del hombro derecho; el cuerpo reclinado hacia atrás, con rumbo a salirse de la escena. Tiene encima suyo cuatro manos: una sobre el hombro derecho, agarrándole el tirante de la mochila, dos sobre el pecho (una de ellas oculta por un brazo) y una más se le aferra al cuello. El fusil se le inclina desde el hombro hasta cerca de la rodilla izquierda, pasando por la ingle; a la altura de ésta es ocultado por el cuerpo de una mujer, la dueña de las manos que atrapan al soldado. No es posible saber si entre la mujer y el arma existe contacto. La mujer está de espaldas al ojo de la cámara; su cabello es largo y viste blusa corta; tiene un rebozo sobre los hombros y enredado al cuello. Del rostro apenas se le ve la mejilla y la ceja izquierdas. El brazo izquierdo muestra tensados sus músculos. El cuerpo de la mujer atraviesa desde la esquina inferior derecha de la escena hasta la parte superior izquierda. Atrás, y tapada por la mujer en primer plano, se encuentra otra mujer más pequeña, cuyas manos empujan al soldado por el pecho. Inmediatamente atrás de ella, aparece un fragmento de antebrazo. En segundo y tercer planos se observan soldados y civiles forcejeando.

La fotografía de origen es una toma horizontal, donde aparece, además, un soldado con gorra en el extremo de la izquierda, detrás de la valla que forman los soldados, con las manos agarradas. En ella se puede ver el brazo derecho del soldado protagonista completo y cómo su muñeca es agarrada por la de otro soldado que no aparece en escena, mientras la mano izquierda del militar con gorra le apoya en la espalda, casi debajo de la axila. En el otro extremo de la escena aparece una mujer, dueña del brazo que aparece flotando, empujando también la valla, con una mueca que asemeja una sonrisa. El rostro del soldado central sigue expresando estupor e indefensión, angustia. Al publicarse, se recortó casi la mitad de la fotografía original y se cambió su formato: de horizontal a vertical.

Fue tomada en negativo Kodak ISO 100 de color –informa una nota aparecida en el sitio web de Kodak México, y agrega una cita de Valtierra: A veces prefiero tomar color para poder revelar rápido y escanear. Pero me gusta más el blanco y negro cuando se trata de mostrar mi trabajo personal.

Valtierra envió la fotografía a La Jornada, donde fue editada para enfatizar el mensaje que se quería transmitir: Rechazo indígena a incursiones militares. Por esa razón ocupó más de dos tercios de la plana principal. Al mismo fotógrafo le sorprendió el crecimiento de la foto. Cuando uno está de enviado –dice Valtierra, en el sitio web señalado– no se da cuenta de la magnitud de la reacción que puede provocar una imagen. Él tomó la foto, la mandó al periódico y se quedó tres días más en Chiapas. Cuanto regresó empezó a recibir muchas llamadas. Todos le decían más o menos lo mismo: Esa foto es una síntesis de lo que pasa en Chipas. La opinión del fotógrafo no fue tomada en cuenta para editarla ni publicarla en el modo en que se hizo, manipulándola.

Para mejor inducir a sus lectores en la aprehensión de su mensaje, La Jornada anotó un pie con visos sentimentales: Ellas, pequeñas, diminutas, armadas con esos brazos, con esas manos, los detuvieron en X'oyep. Este epígrafe contradice la visión del fotógrafo: De pronto, las mujeres se empezaron a acercar a los soldados que estaban almorzando. Ellos se levantaron y formaron un círculo, tomados de las manos, alrededor de sus pertenencias, comida y tiendas de campaña. Las mujeres se acercaron cada vez más. Ellos estaban firmes, no se movían. En eso, viene la foto: dos mujeres se lanzan sobre un soldado, lo toman del cuello, forcejean y lo empujan. El rostro de angustia del soldado lo dice todo; está a punto de caer. El fusil queda en el lugar central de la gráfica. Y contradice, además, la opinión generalizada de que la imagen sintetiza la lucha zapatista frente a la represión gubernamental –por decirlo en palabras de Alejandro Castellanos, del Centro de la Imagen–, porque si atendemos a lo que dice el autor de la fotografía, son las mujeres, ellas, pequeñas, diminutas, armadas con esos brazos, con esas manos, quienes inician la agresión.

Se nota, entonces, la intención de La Jornada de transmitir una visión ideologizada del conflicto, condensándolo en una imagen, a la que se le agrega un texto para explicarla, para justificarla, para inducir el mensaje, sobre todo porque el texto (la cabeza y el epígrafe) no corresponden con lo visto y declarado por el fotógrafo.

Para mejor entenderlo, basta con mirar la fotografía fuera del contexto de La Jornada del 4 de enero de 1988: es sólo la imagen de un par de mujeres empujando a un soldado. Se entiende que, en el afán de informar a sus lectores, la imagen haya sido editada y contextualizada; sin embargo, ello denota que la imagen por sí misma no proporciona suficiente información para hacer saber los hechos del conflicto chiapaneco; y revela que al fotorreportaje –cuando menos en esos años– no se le concede la misma importancia que a la noticia, la nota o el reportaje escritos, ni los espacios suficientes.

Durante la premiación de la Tercera Bienal de Fotoperiodismo de 1998 –donde resultó premiada la fotografía Mujeres empujando a soldados, en el área de “fotonoticia”– el jurado, integrado por Andrés Garay, Elsa Medina, Gilberto Chen, John Mraz y Pablo Ortiz Monasterio, señaló que una carencia de esta bienal fue la inexperiencia de algunos de los fotógrafos para construir historias o reportajes en seis a diez imágenes, estructurando una narrativa, un principio, un desarrollo y un final, delimitando la jerarquía de las imágenes hegemónicas, subsidiarias y de liga. Curiosamente, incurren en el mismo desaguisado que los editores de La Jornada al otorgarle el carácter de noticia a una fotografía que, en este caso, se utiliza para reforzar, explicar, iluminar el mensaje que los textos adjuntos apuntan.

Y es que la fotografía no es noticia, es el registro de sucesos, huella de actos, violentos en este caso; visión de un fotógrafo que tuvo todo para apretar el obturador durante cinco veces y obtener la imagen ya descrita. Además, producir la fotografía difiere de su difusión: en el primer caso hablamos de sintetizar los hechos del conflicto con la visión del fotógrafo y su herramienta, la cámara, hasta convertirlos en una información nueva, la imagen obtenida; en el segundo caso, el de la difusión, se refiere al discurso: la edición de la imagen para enfatizar el mensaje, el texto que la acompaña, el espacio que se le concede, etc.

El mismo autor no tiene en claro esta dicotomía: A veces conseguimos que una foto sintetice un problema y que al mismo tiempo estéticamente esté bien compuesta y que periodísticamente tenga los elementos informativos necesarios y pueda mostrar qué es lo que está pasando, confiesa ante Blanche Petrich, perdiendo de vista que –y según su propio relato– su preocupación en el lugar de los hechos no obedeció a cuestiones estéticas sino informativas y que los intereses periodísticos en la publicación se impusieron por encima de los demás. Basta con volver a mirar la fotografía, y la fotografía por sí misma no podrá responder a los qué/ quién/ cómo/ dónde/ cuándo/ porqué/ imperativos del periodismo.

Finalmente, terminará Valtierra aceptando la justificación de la “fotonoticia” y justificándola: Miro la foto y veo reflejada la impotencia, el coraje y la mucha valentía de una mujer indígena a pesar de su aparente debilidad física, por un lado y, por el otro, la actitud un poco irónica pero impotente al mismo tiempo del soldado, que representa ese no saber qué hacer del gobierno ante un problema histórico, como lo es Chiapas, le cuenta a Blanche Petrich, tal vez sin darse cuenta que está interpretando los gestos de los personajes fotografiados, contradiciendo su versión del génesis de la imagen original.

En el mismo sentido, a Mónica Mateos, Valtierra le revela que lo importante, en todo caso, es que el fotógrafo no se ponga como personaje de un acontecimiento de esa naturaleza. Nosotros sólo somos testigos. A pesar de que no quisiera que pasaran este tipo de imágenes, finalmente las circunstancias políticas y sociales llevan a las personas a la desesperación y a buscar opciones para que se respeten su cultura y sus tradiciones, justificando de nuevo la conducta de las mujeres fotografiadas, tomando partido, comprometiéndose, olvidando que lo importante, en todo caso, es que el fotógrafo no se ponga como personaje de un acontecimiento de esa naturaleza. Nosotros sólo somos testigos.

(VIENDO VISIONES)

2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Las mujeres comenzaron la agresión?, no, no es así... Expulsan a los militares de su territorio, supongo que para ti sería motivo de alegría el que un campamento militar estuviera a unos metros de tu casa sin otro afán que el de la intimidación, en el mejor de los casos, y el exterminio, en el peor de los casos, como ocurrió en Acteal.

Unknown dijo...

¿Las mujeres comenzaron la agresión?, no, no es así... Expulsan a los militares de su territorio, supongo que para ti sería motivo de alegría el que un campamento militar estuviera a unos metros de tu casa sin otro afán que el de la intimidación, en el mejor de los casos, y el exterminio, en el peor de los casos, como ocurrió en Acteal.

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