jueves, 4 de septiembre de 2008

NOTICIAS DE LA MUERTE DE AQUILEO

Para Dositeo Zapata

1

MI ABUELA ESCUPIÓ hacia la lumbre. El salivazo cayó cerca de sus pies.
–Tina, apaga ese fogón –dijo.
Se refregó ambos ojos con los puños.
–Este humo de la chingada me hace llorar.
Gordas lágrimas corrieron por sus arrugas hasta abandonarle la cara. Mi tía vació un balde de agua a la lumbre.
–¡Ay, mi hijo del alma! –gimió– ¡Ay, mi padrecito querido! ¡Mi hijito chulo, mi rey!
Después de su lamento nada sonó. El silencio parecía haberse estirado.
–Dame un trago, Tina –dijo, antes de quitarse el rebozo para cubrir sus piernas.
–Siempre le dije: Cuídate de los cuchillos, Quile.
Tomó la botella que le ofrecían y bebió un trago hondo de aguardiente de ruda. Mi tía recuperó la botella y la alzó.
–¡Ay, mi hija! Anoche soñé a tu hermano. Según me estaba arreglando para ir al baile, y al asomarme al espejo apareció mi hijo. ¡Señor del Perdón!, dije. Lo vi pálido. Luego desapareció, y el espejo se hizo de luz, una luz tan alumbradora que ya no pude ver nada, nada. Se vino a despedir, mi hija.
Terminando de hablar, Mamamila encajó la cabeza en el pecho y no se movió. Mi tía lloraba sin alterarse, como pasa el río en la seca, manso. Yo no quise llorar, a él no le hubiera gustado.
–Tenía sed –dijo mi abuela.

2
¡Ay, mi madre! ¡Ay, mi mamacita! Ahora sí, Hermila Bacho, yo te no te he de ver jamás. Me avisaste de los cuchillos, y yo necio, nada de hacerte caso. Pero no podía, Hermila Bacho, no podía. No pude. Ni podré. Menos ahora con lo oscuro que está todo. Todo rodeado de humo tiznado.
¡Ay! Si pudieras venir y traerme un trago de agua en la mano... ¡No!, de agua no. Una cervecita fría. Pero no, tú no puedes. Tú ni ves. Ni sabes cuando hay luz y cuando no, como yo ahora. Ahora sí, Hermila Bacho. Aquí se acabó mi raya. Ahora que ni a mí mismo puedo verme. Aunque cierre los ojos y trate de verme desde fuera, desde arriba, como si fuera otro el que me ve o como si arriba hubiera un espejo del tamaño del mundo que pudiera reflejarme, y así verme por última vez.

3
Aquileo, Quile, estaba tirado. La madrugada anterior había bebido demasiada cerveza. Lo encontraron borracho y fue más fácil herirlo. Uno lo agarró por la espalda y otro le destazó con un cuchillo el vientre. Lo tiraron cerca del panteón, a la orilla de Pinotepa. La luz de la mañana lo halló vivo, repasando su vida. Oyeron sus gemidos, mas nadie acudió a ver qué pasaba. Así pasó todo el día. Los músculos cortados, la boca un arroyo de sed. Al mediodía la luz resplandeció hasta convertirse en un espejo que lo cegó, le sumió los ojos en humo, un humo blanco y espeso como el que produce la leña mojada al quemarse. Así, hasta la madrugada, hasta que ya no se quejó.
Al otro día nos avisaron.

Marzo de 1992

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