jueves, 4 de septiembre de 2008

RELATO DONDE SE RELATA QUE EL ALMA DE LA MUJER ES UNA CARACOLA

Hace mucho tiempo, antes de que los hombres fuesen hombres, la Luna era la encargada de administrar el Arcano. Cono no tenía que hacer, pues sólo los hombres tienen destino, se dedicó a platicar y a entenderse con los terrenos; descubrió un lenguaje común: tal vez música sencilla, tal vez energía dócil o tal vez luz. Su capacidad de asimilación y su inteligencia le hicieron conocer rápidamente todo; lo único que no conocía era el Mar: le daba miedo. Las veces que oyó sobre él y sus opimos mundos se quedó callada; mas era tan curiosa y abierta que le nació interés por conocerlo.
Un día, ya decidida, se asomó por la ventana y, después de saludar a todos, enfiló hacia el Mar. Comenzó por mirarlo fijamente, y éste le atrajo de tal forma que su fuerza desapareció, anulándose su voluntad. Subyugada, se abandonó. Fue a parar al fondo, estupefacta. Era tan placentero y tan delicado y fino lo que veía y sentía: el azul movimiento de los marinos, su dócil juego; las caricias agradecidas que el agua le prodigaba. Se supo sublime y, asombrada, notó que su cuerpo era de carne: en firme y elástica carne se había transformado su cuerpo después de haber sido de piedra que no pesa. Pidió, entonces un lugar para establecerse. Él le dijo que hiciera lo adecuado. Ella, para no olvidar su origen, solicitó asilo a la arena, y la arena le cubrió el cuerpo. Y así nació la Caracola.
Por eso, cuando una mujer ve la Luna y se sabe incompleta, su vagina palpita con nostalgia, su saliva sabe a sal profunda, y una pena adulta le muerde el corazón.

Octubre de 1991

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