sábado, 10 de enero de 2015

ENTRE LA PASIÓN Y LA INVERSIÓN
Entrevista con Jeremías Marquines

Ya mucho se dijo de la tristeza...
Jeremías Marquines

Es la presentación del libro Las formas de ser gris adentro, de Jeremías Marquines; obra que obtuvo el premio José Carlos Becerra, edición 2000, otorgado por el gobierno de Tabasco. En el bar La hormiga, sito en la otrora casa de Ramón López Velarde sita en la colonia Roma del Distrito Federal, la asociación cultural Cuicacalli, de tabasqueños, y la editorial Praxis han convocado al público para escuchar opiniones y poemas y vender ejemplares sobre y de Las formas de ser gris adentro. Concluida la presentación y, después de los dimes y diretes propios de estas situaciones, me atrevo a cuestionar al poeta.

─Bonita presentación, ¿eh?
─Una presentación de un libro es traumática; bueno, para mí, ¿no?
─¿Qué es un premio?
─En concreto: para mí un premio es posibilidad de pagar la renta.
─Escribes para ganar premios.
─No. Lo que escribo, en cuanto a la literatura, es porque es una necesidad. Como dice el lugar común: es una necesidad, es un oficio, pues; es el oficio que yo decidí tomar, escribir literatura, escribir poemas. Es una inversión también, en mi caso; en el caso de todos los escritores, escribir es una inversión: compras libros, dedicas tiempo; el tiempo que dedicas a escribir es un tiempo que no puedes dedicar a hacer otras cosas, a trabajar, o si lo haces, implica que el libro tarde más tiempo en salir, y muchas otras cosas, ¿no? Entonces, yo hago una inversión de tiempo, hago una inversión en libros; soy un escritor, vivo de los libros, no creo en las gracias divinas que vienen: un escritor que piense en la inspiración es un mal escritor. Entonces, lo mío es inversión, inversión de tiempo, inversión de recursos...
─¿El premio no implica la posibilidad de ser leído por alguien que tenga tradición de lectura? ¿No hay un reconocimiento a esa trayectoria de la que hablas?
─Mira, específicamente, en el caso del premio quiero ser bastante claro, porque mucha gente piensa que el escritor manda libros a los premios por dos razones: Unos lo mandan porque quieren más nombre, quieren más reconocimiento, quieren ser más leídos, quieren ser más aplaudidos. Otros, hasta ahorita conozco pocos, entre ellos Celso Santa Juliana, mi caso, se manda porque, aparte de ese proceso de escritura hay una necesidad de comer, una necesidad de comprar libros, hay una necesidad de vida...
─Primero las necesidades económicas, luego el reconocimiento...
─Sí. Claro, en mi caso particular no me interesa tanto ese asunto del reconocimiento...
─Tú has dicho que la poesía está en todo, que se da de manera natural...
─No, la poesía no se da de modo natural. Hay gente que tiene facilidad; por ejemplo, hay quienes tienen facilidad para hacer un jarrón, para hacer un petate; hay otras que se pueden pasar toda su vida tratando de aprender el oficio de hacer un petate y nunca van poder a hacer un petate. En el caso de la poesía, hay gente que tiene mayores facilidades que otra para escribir; llamémosle talento, que es la palabra de moda.
─No crees en la inspiración...
─No creo en la inspiración; yo creo que la gente tiene talento, pero el trabajo no da la inspiración. No hay inspiración; la inspiración es un invento decimonónico, es un invento de los malos, los malos... quizá pudieron haber malentendido el acto de escritura, el acto de hacer cosas, de armar, de crear, con un acto de inspiración. Los griegos no usaban la palabra inspiración...
─Ellos hablan de las musas...
─Así es, y tiene otra connotación, ¿no? Específicamente en el caso de la palabra inspiración, es una invención decimonónica, una invención de los malos escritores del siglo diecinueve; los buenos escritores del siglo diecinueve, que hay pocos, y sobre todo otros escritores ya del siglo veinte, específicamente Alfonso Reyes, dice: No, la inspiración es un invento de flojos, es un invento de gente que se sienta en una mesa y cree que la poesía va a llegar por mera ósmosis, ¿no?
─¿Qué es la poesía?
─Mira, yo a la poesía la entiendo como un sistema de instantes sostenidos en dos nadas.
─El acto de escribir no los convierte en instantes, los hace perpetuos...
─La misma cosa es, son instantes: el instante puede ser eterno o puede ser anulado en ese mismo proceso...
─La idea de instante es dinámica, se mueve, ¿no?
─Todo proceso de tiempo es movimiento, es dinámico...
─El libro, el papel no es dinámico...
─El libro, el poema puede tener todas esas cualidades del tiempo, puede ser estático o puede estar en movimiento...
─¿El poema depende del autor?, ¿ del lector..?
─Depende de los dos. El proceso de la poesía se cumple en la medida en que hay también lectores receptivos para eso. Un lector de poesía no es un lector cualquiera, es un lector específico, es un lector que predispone de una poética, que tiene los condicionamientos de las formas en las estructuras de su tiempo y que conoce, también, la parte de la tradición. En ese sentido, la poesía está determinada tanto por la mano que la escribe como por el lector que la decodifica...

Se acerca para terciar el diálogo un poeta tabasqueño, y dialoga con el poeta premiado; saluda y se despide. Se elogian mutuamente: “Jeremías, lo felicito”. “Yo lo he leído, maestro, usted en Tabasco es una figura”. Ríen. Convienen en verse en otra ocasión, mediante un tercero.

─¿La poesía es elitista?
─Yo creo que no, que a estas alturas hablar de elitismo ya, igual, es otro atavismo decimonónico...
─El lector de poemas tiene una cultura, tú lo decías, es un lector específico...
─Cada vez, como todas las cosas, la poesía tiende a especializarse. Los sectores, lo que antes eran grandes grupos de lectores, se van fragmentando y especializando; hay lectores de todo tipo, como hay gente que tiene distintos gustos, ¿no? Hay, también, el dicho aquel de que la poesía todo mundo la puede entender; es el otro asunto, el entender. La poesía ya no es para entender; por eso mucha gente, cuando se enfrenta a un libro de poemas dice: “No, pues, o no me gusta o es malo porque no le entendí”, porque llegan predispuestos a entender. La poesía es otro de los grandes mitos: no se entiende, la poesía se percibe, y cuando se percibe... Sí, todos podemos percibir, se percibe más en la medida en que tienes más recursos, más capacidad para decodificar este proceso de creación...
─En ese sentido es elitista; no cualquiera tiene la disposición para percibirla...
─Bueno, en ese sentido, no cualquiera compra poesía, libros de poesía, ¿no? La poesía es una de esas artes íntimas, demasiado íntima, quizá la última que queda, el último rezago de  intimidad que existe entre las artes, ¿no? Cada vez, por ejemplo, las artes plásticas son más masivas, las exposiciones, el cine, que es muy masivo, la danza. La poesía va reduciéndose cada vez más a espacios cerrados de lectores...
─¿No es elitista..?
─El elitismo es una condición social, inventada por sectores..., es una poesía del siglo diecinueve, inventada por sectores ricos que fueron marginando a otros sectores a no participar en este proceso de creación de la literatura, del juego de la literatura. Dijeron: “Estos no, porque no van a entender; estos sí, porque son más educados”. El hecho de que tú tengas más recursos económicos, más cosas, no significa que seas más educado.
─Hay una especialización, dices; entonces, ¿qué pasa con la poesía?
─Pasa con todas las artes; en el caso de la poesía es más íntimo: los que llegan a una librería y piden un libro de poemas, cada vez son menos, son lectores que tienen una idea...

Se acerca otra poeta para felicitar al poeta premiado, a despedirse y a resumir sus actividades recientes y porvenir, con la promesa de verse en alguna otra ocasión.

─Se presentó tu libro, hubo tres interpretaciones de él: el discurso contra la poesía...
─¿Por qué?
─Porque, utilizaron conceptos como “metáfora”, “neologismos”, “ritmo”. Se habló de la búsqueda poética, del manejo de vocablos antiguos, raros; se establecieron correspondencias entre tu obra y la de otros escritores... Sin embargo, la poesía es un asunto más complejo que las meras palabras escritas.
─Volvemos otra vez al asunto de la especialización. Aquí hubieron tres opiniones y hubieron tres lectores, unos más avezados que otros; unos con más carga de la tradición, otros con menos carga de la tradición. En el caso del círculo de lectores de poesía, hay de todo tipo, pero todos tienen predispuesta una idea, lo que yo llamo una poética, que puede ir decodificando el texto. El hecho de los neologismos y todo ese rollo, no es tanto que ahí esté el asunto de la poesía; lo que se destaca son los recursos formales, los recursos técnicos, la mayor o menor habilidad que tengas para mover esos recursos, para desautomatizarnos o desfamiliarizarnos dentro de todo ese contexto que nos predispone, también, a la escritura de la poesía o de la escritura poemática. Y no está realmente ahí, sino en la mayor o menor intensidad que logras provocar en el lector.
─¿Cómo te das cuenta que logras ser intenso?
─Mira, realmente no lo sé. Pienso que, pienso, no lo aseguro, que esto tiene que ver, quizá, con el grado mayor o menor de aceptación de la gente que compra libros, de la gente que, sin conocerla, va y te dice: “Oye, no me gustó todo lo demás, pero me gustó esta frase”.
─El tiempo, ¿no depura el valor de cada poeta? Es decir: un poeta en su época es considerado lo máximo; pasa el tiempo y ocupa un segundo plano o desaparece. ¿Porqué?
─Ocurren muchos factores. Uno de ellos, cuando el poeta se la cree deja de crear y empieza a repetir; la poesía es constante búsqueda, constante movilidad de los recursos, constante capacidad de poder ir alterando o modificando las obviedades o institucionalidad que tiene la poesía, porque toda vanguardia, todo discurso que rompe llega a institucionalizarse; y una vez que se institucionaliza, se chinga. Eso es lo que pasa con esa gente que algún día fue y, luego, se pierde, porque se institucionaliza.
─¿El poeta escribe para su época, para la posteridad, para trascender?
─No, quien piensa así debe hacer otra cosa. El proceso de escritura es un proceso íntimo, es un proceso de...
─¿Solitario?
─Es solitario, a final de cuentas. Tú eres poeta, tú eres escritor, y sabes que el proceso de escritura no lo haces en medio de una muchedumbre. Yo creo, mas bien, que tiene que ver con este proceso de irse reconociendo.

Se acerca Tomás Quiroga, de Cuicacalli, para dar billetes y recibir el cambio adecuado por la venta de los libros que se presentan. Ha de advertir que él vende libros y que el poeta los regala. O ha de llegar alguien a pedir que se le firme algún ejemplar de Las formas de ser gris adentro.

─¿Cómo tomas la opinión de otros sobre tu trabajo?
─Como alguien que ha hecho un buen trabajo. Lo vuelvo a repetir, como en el asunto del artesano, que hace un trabajo artesanal...
─La poesía no es sólo artesanía...
─No, es un oficio, como el oficio del artesano, ¿no? Pero en la poesía viene implícita la vida misma. En todos los sentidos. Tú pones en cada texto fragmentos, parte de tu vida...
─Otro mito...
─Es otra de las utopías que, yo creo, no se pueden suspender ni quitar de la poesía, arrebatarse...
─Un lugar común...
─Sí, es uno de los lugares comunes, pero a mí me gusta.
─La lectura que hicieron de tus poemas, ¿qué te parece?, ¿los reconoces?
─Bueno, no es como a mí me hubiera gustado leerlos; yo tengo otra cadencia para leer el poema, me siento más reconocido en la lectura que hago yo que en la lectura que hace otra persona.
─No reconoces a tus hijos en esas lecturas...
─De pronto no los reconozco.
─Se convierten en otra cosa. Ya, ¿son del lector, del público, tuyos?
─Son de la gente, no los reconozco. Muchos de los textos, como dije en la presentación, ya no los reconoces, son cosas que andan por ahí y ya no te pertenecen, ¿no? Sí, en cierta forma, llevan parte de ti pero ya andan por ahí caminando solos, haciendo desmadres, ¿no?
─¿Un verso salva un poema?
─Un verso puede salvar un libro.
─¿A un poeta?
─Un libro de poemas. Y puede salvar a un poeta. Por ejemplo, recuerdas a Sabines, recuerdas un verso de Sabines, lo recuerdas por un verso; a Paz, lo recuerdas por un verso.
─¿Quién te gusta?
─No tengo en particular un poeta que me guste, así que digas: ¡Puta! Me va a enloquecer. Me gusta, disfruto a José Carlos Becerra, disfruto a Alberto Ruy Sánchez, las prosas de intensidad de Alberto Ruy Sánchez, disfruto a Gastón Baquero...
─En la mesa se habló de que te pareces a Rulfo y Arreola, que son anticipo...
─No, lo que pasa es que tal vez quisieron decir que encontraron algunos fragmentos que les recordaron a Rulfo y Arreola, porque, ciertamente, en el libro hay alguna carga atmosférica de lecturas de Rulfo y Arreola; de hecho, hay citas concretas de los dos, y de otros; del Popol Vuh, por ejemplo, que me encanta la alteración sintagmática que hay ahí.
─No conocía Las formas de ser gris adentro; sin embargo, medio leí De más antes miraba los todos muertos; ¿todos los muertos son santos?
─El mejor muerto es el muerto muerto, no el muerto que siempre se anda recordando. Yo no creo que los muertos sean santos...
─¿Hay una intención de crear una mitología en tus libros?
─Hay una cadencia mítica y legendaria...
─¿Tiene que ver con el ritmo, tiene que ver con las imágenes..?
─Tiene que ver con todo, es una composición; se mezcla ritmo, imagen, todo, ¿no?
─Acudes mucho a la imagen...
─Sí, a mí me gusta plantear las cosas a través de las imágenes.
─Te fascina...
─Me gusta más, me siento más cómodo. Por eso me gusta más José Carlos Becerra...
─De más antes miraba los todos muertos; parece truco semántico, como si el poeta hubiese encontrado una fórmula y se regodeara en...
─Hay una carga semántica que te lleva a esa lectura, precisamente, es parte del recurso, de la función polisémica del verso, ¿no? Va cargando eso porque dentro del libro hay referencias a los todos santos, al día en que bajan las ánimas. De hecho, el libro está hecho en esa atmósfera de todos los santos, del día de los muertos...
─¿Hay ironía?
─Totalmente, hay muchísima ironía, hay una carga tremenda de ironía...
─Los muertos que ya no podrán hacer altares a la patria...
─Los muertos que no sirven para nada, ni siquiera para cantar canciones tristes. Yo creo que los muertos no sirven para nada, más que para escribir poemas. Y esa es otras cosas que hay que liquidar: todo poeta tiene el compromiso de liquidar la temática de la muerte. Después de que escribes un libro sobre la temática de la muerte ya no puedes volver otra vez a hablar sobre la muerte.
─Sabines escribió Algo sobre la muerte del mayor Sabines,  Tía Chofi...
─Yo me quedo nada más con la muerte del mayor Sabines, ése es su gran poema sobre la muerte y con él liquidó su obsesión con la muerte...
─Todo lo demás no sirve...
─A la mejor a otros le funciona; para mí no, me quedo con la muerte del mayor Sabines.
─¿Qué poetas?
─Becerra, Gorostiza, Chumacero, algunas cosas de Chumacero...
─Paz...
─No me gusta mucho Paz...
─Pacheco...
─No me gusta Pacheco, en absoluto; lo siento como que está estreñido, como un poeta de imágenes muy estreñidas...
─¿Predisposición..?
─Sí, claro; mi opinión está afectada por otras lecturas que me gustan mucho más. Quizá me gustan cosas mucho más oscuras que las de Pacheco, pero más luminosas. A Pacheco lo hallo como un poeta intermedio entre Paz y algunas cosas de Becerra.
─¿Y la poesía cotidiana? Parra, Padilla...
─Heberto... Me gusta algo de Padilla. La poesía militante no me gusta, porque yo no la considero exactamente poesía...
─Padilla es poeta militante...
─Sí, pero tiene cosas muy interesantes cuando no es militante, cuando habla de la mujer, cuando se enfoca más a la cotidianidad...
─Lezama Lima...
─¡Ah! Lezama Lima me encanta... Por el barroquismo.
─¿Eres barroco?
─No, me gusta el barroquismo. Yo utilizo algunos elementos del barroco como un proceso desautomatizante...
─¿Por qué la tendencia al arcaísmo?
─Para mí es cómodo; me encanta la poesía del siglo XIII, la poesía del XVII, me encanta el manejo metafórico...

Viene ante nosotros un pariente del que hay que despedirse, luego de haber autografiádole el texto de marras, intercambiado parabienes para los familiares ausentes y manifestado la disposición para verse en ocasión distinta.

─Garcilaso...
─Con esos figurones del siglo de oro no tengo ningún problema...
─Poesía culta y poesía popular...
─Sí, todo eso hace nuestra poesía. En el caso del barroquismo, lo utilizo como un recurso, trabajo algunas cosas barrocas, porque, todos los escritores, todas las personas que, de alguna forma, tienen que ver con algún proceso intelectual, estamos afectados por nuestra contemporaneidad, por nuestra cotidianidad, por la evolución o la involución de la sociedad, y por la fragmentación o la incongruencia de los sectores sociales y de las ideas. Nosotros no nos podemos sustraer a esta actitud retro que existe hoy en día, a lo que ya hace mucho tiempo habían planteado Julio Colombo y Humberto Eco en la Otra edad media, que es esto que se está viviendo; aquellos tipos lo escribieron en los setenta, en los sesenta, sesenta ¿no?, y mira, es todo esto. A fin de cuentas, es volver a este neoscurantismo, a esta sociedad en que realmente no se está intentando nada; en la literatura, es una cosa que se puede demostrar claramente: no hay nada nuevo, no hay el gran poeta, que tú digas: “¡Puta! Aquí está la gran voz”, como sí había en el siglo pasado. Hoy vivimos un gran dramatismo de voces que se alternan y que dicen, pero donde no se identifica a nadie; hay un griterío de muchas poetas, pero no se está haciendo absolutamente nada distinto. El hecho de alternar recursos barrocos, culteranos, obviamente es ir moviendo la literatura hacia aspectos menos enajenantes...
─¿Poetas en Guerrero?
─Me gusta Jesús Bartolo... La gente que realmente vale en Guerrero y que tiene cosas que aportar no están ahí; los quedan ahí, en el estado, les va a costar mayor trabajo llegar al grado de elaboración y de trabajo que tienen los escritores que están fuera del estado.
─Un músico que te guste.
─No, no tengo preferencias; casi no escucho música.
─Una mujer.
─Mi esposa.
─¿Porqué vivir en Acapulco?
─Por el mar.
─¿Porqué leer tu poesía?
─Porque el que tiene dinero puede comprar el libro...
─¿Sólo por eso?
─No. Yo me siento después de cada libro liberado, liberado de cargas. A veces no me gusta mucho lo que escribo; tampoco me siento satisfecho, si estuviera satisfecho dejaría de escribir; si digo que me gusta, dejo de escribir.

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