martes, 30 de marzo de 2010

EL POETA OFRENDA A SU AMADA UN CARAMELO DE LAPOSSE

Que deguste la lengua su textura

—lama, beba, friccione, chupe, muerda,

mientras surge su corazón de fruta.


Que se deslía, untuosa, en la saliva

la adecuada acidez de su dulzura.


Que el paladar goce el tamaño justo.

Que se nuble de anís la dentadura.


Festín de efluvios otros y los propios.


Ten, mi felicce y bínuba aristócrata.


Mi mano obscura no lo elaboró.

Mi entendimiento no lo concibió.

Lo compré con mi sueldo de burócrata.

Él encarna mi fuerza de trabajo.

Es cómo, para ti, lo he realizado.

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